Al Director de La Voz del Interior
Somos el grupo de ciudadanos que convocaron la protesta con atuendos estilo belle époque, el pasado miércoles 17, ante la inauguración del Museo Superior de Bellas Artes Palacio Ferreyra. Suntuoso edificio que constituye una “posta” más de la ya conocida media legua de oro que se está gestando en la ciudad.
Profundamente descontentos con el modo en que la gestión pública provincial había llevado a cabo esta obra, organizamos el “BOICOT AL FERREYRA”, planificado en sólo tres días y contando sólo con cientos de contactos de mails. No pensamos o especulamos acerca de las repercusiones o adhesiones que podrían generarse en torno a la causa. Podría decirse que sólo nos lanzamos a la acción, no importando si éramos cuatro, dos, seis, o decenas. Nos movilizamos desde nuestra posición de ciudadanos provinciales, haciendo uso de nuestro derecho a expresar y manifestar el desacuerdo compartido respecto del modo en que se destruyó el Palacio Ferreyra para construir un Museo Superior de Bellas Artes. El Palacio Ferreyra era una obra de arte en sí mismo que podría haber sido restaurada; pero ahora ya nadie podrá conocerlo como tal.
El reclamo se articuló en torno a la consabida "refuncionalización" del edificio, que se realizó a costa de la destrucción de gran parte del patrimonio público concentrado en el Palacio. Toda una obra monumental que se llevó a cabo en el más profundo silencio y misterio, ocultando todo tipo de información y haciendo oídos sordos a los múltiples reclamos y sugerencias de diferentes personas e instituciones especializadas. Otra vez la necedad y los caprichos guiaron las acciones de nuestros gobernantes…
El modo en que fue concebido este Museo Superior de Bellas Artes constituye a nuestro entender un ejemplo más de las políticas culturales de este gobierno, basadas en la inauguración de obras faraónicas, de monumentos al vacío; correlato esto de la manifiesta incapacidad de sostener un proyecto cultural a largo plazo, que haga hincapié en la formación, en la educación, en la investigación y en el apoyo real a los nuevos creadores cordobeses. Los cascarones no alcanzan, debemos saber como llenarlos con un contenido sustancioso, que contribuya al agenciamiento de los sujetos como ciudadanos críticos y activos ante el mundo social que los rodea.
Es por esto que la acción llevada adelante el pasado miércoles no puede interpretarse como un pataleo sin sentido ante una destrucción ya perpetrada, a ver, nadie pensó que con nuestra protesta se iba a conseguir que “pegaran” los pedazos derrumbados del Palacio. Como alguien dijo en un mensaje, “llorar sobre la leche derramada” no sirve de mucho, no sirve de nada. Concretamente, la inauguración de este Museo operó como el acontecimiento único que abrió una grieta en el orden establecido desde la cual pudimos hacer visible nuestro reclamo caracterizados a lo belle epoque, con el objetivo de generar en la ciudadanía una toma de posición crítica respecto al hecho que en esa inauguración se consumaba. Había que compensar la supuesta "fiesta de la cultura" que se estaba realizando, haciendo escuchar la voz de los otros, de aquella gran cantidad de gente que no estuvo ni está de acuerdo con el modo en que nuestros poderes provinciales administran la cultura, como si fuera una más de sus tantas propiedades.
¿Qué lugar tienen hoy las expresiones de disidencia en el actual gobierno? Tienen el lugar más oscuro de la alacena, están debajo de la alfombra; cuando quisimos sacarlas a la luz y visibilizarlas al máximo, lo único que obtuvimos fueron agresiones sin sentido, violencia gratuita, destrucción…
No protestamos en contra de los museos, en contra de la cultura, en contra del arte, como muchos interpretaron y repitieron. La democratización de la cultura, en este caso a través de la divulgación de las obras de arte de la colección provincial es fundamental, pero debe ser acompañada por una real política educativa e inclusiva, que garantice la formación de ciudadanos capaces de ejercer sus derechos culturales. En suma, nos movilizamos principalmente por una política cultural diferente.
Esperamos que el gobierno tome nuestras críticas sobre su gestión cultural de un modo constructivo, estimulando el diálogo y la participación real y activa. Por nuestra parte, sólo nos queda permanecer atentos a la gestión de este nuevo museo y apropiarnos de él activamente, para que no se constituya solamente en un gran depósito excesivamente caro de obras de arte (por cierto, abandonadas durante muchos años al deterioro).
Ana Paula Volonté.
Gustavo A. Ortega.
María Lucía Tamagnini.
Soledad Sánchez Goldar.